Al otro lado del cementerio, una o varias personas, incluso adolescentes, tratan de romper una tumba con una herramienta. Buscan una prenda, un diente de oro o en su defecto un cráneo o un hueso que puedan vender a quienes practican el palo mayombe, mejor conocido como palería.
Para el capellán del Cementerio General del Sur, Germán Machado, la profanación de tumbas se ha convertido en una “práctica común” dentro del camposanto fundado en 1876 por el expresidente Antonio Guzmán Blanco. A esta situación se suma la extracción de materiales de las tumbas, la venta clandestina de fosas previamente violentadas y la prostitución.
La profanación de tumbas originó lo que Machado denomina “un mercado secundario de otros objetos”, entre los que está el granito, mármol, marmolina, cráneos, fémures y piezas de oro.
En el cementerio hay un destacamento de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB). También transita la Policía del municipio Libertador. No obstante, su permanencia en el camposanto “no tiene mayores efectos” en la disminución de la incidencia de la profanación.
Machado detalló que luego de que una tumba es profanada, en muy pocas oportunidades los familiares optan por dejar los pocos restos de quedan del difunto y reparan la tumba. Colocan cabillas para que se haga más difícil volverla a abrir. Normalmente, los deudos recogen los pocos huesos que quedan y los sacan del cementerio. Lo común es que las tumbas queden totalmente vacías.
“Eso da pie a que vengan los zamuros de la fosa, que son los que están pendientes de qué es lo que está roto y comienzan los manejos para venta clandestina de esos espacios”, denunció Machado.
Agregó que en varias oportunidades los familiares, al acudir a los espacios en los que se encuentran sus seres queridos, descubren que hay otra persona enterrada en el lugar.
“Víctima de la mandarria”
El cementerio también se ha convertido en espacio para la prostitución. “Niñas, mujeres, inclusive. Es común que todo este cementerio se cierre y de repente ingresen personas con vehículos. Beben licor, bailan, cualquier cosa”, afirmó Machado.
El capellán del cementerio comentó que la administración de la necrópolis hace lo que puede con los pocos recursos que recibe. La capilla no tiene luz y el espacio no cuenta con baños propios. El manejo del espacio es responsabilidad de Fundacaracas. Recibe el apoyo de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural de Caracas (Fundapatrimonio) y del Instituto del Patrimonio Cultural.
Destacó que a pesar de los problemas que presenta el camposanto, el lugar da la posibilidad de sepultar los seres queridos de las familias que no tienen recursos suficientes para contratar un servicio funerario privado. El cementerio tiene una actividad que oscila entre los 10 a 12 entierros diarios, con picos de entre 20 y 22 algunos días.
Los martes y miércoles son días particularmente fuertes. La morgue entrega a los fallecidos por hechos violentos estos días.
“El cementerio recibe visitas constantemente porque buena parte, no los abandona (sus familiares fallecidos) por completo (…). Una persona le profanan la tumba de su difunto y no le dejan nada no vuelve al cementerio porque ya no tiene por qué volver”, comentó Machado.
Todos las dificultades por las que pasa el cementerio ponen en peligro el patrimonio artístico del cementerio. El espacio tiene tumbas de materiales muy variados, guarda los restos de personalidades de la historia contemporánea como Martín Tovar y Tovar, Aquiles Nazoa y Andrés Eloy Blanco.
“Toda esa riqueza artística es víctima de la mandarria”, concluyó Machado.
Fuente: http://efectococuyo.com
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