Al principio es lo que cualquier hipermercado: un galpón enorme desangelado, luces blancas, pisos fríos y resbaladizos, larga línea de cajas. Serán las tres de la tarde, no hay casi clientes dando vueltas: contaré, en todo el recorrido, ocho personas. Imagino entrar a un Jumbo en Buenos Aires y que haya solo ocho personas comprando. Sólo podría suceder en alguna extraña publicidad o en una película post—apocalíptica.
Entramos a recorrer las góndolas. Lo primero que veo es un estante de una esquina con detergente. Es silencioso, no hay música funcional y apenas veo repositores. La miro a Maty, le digo que parece uno de esos mercados que se cruzan cada tanto los personajes en The Walking Dead, una serie que muestra el mundo luego de una avanzada zombie. Se ríe. Es que ya nadie viene para acá a comprar, dice. Y entonces, la maravilla.
Después del codo de detergentes veo la primera línea de góndolas. Sólo ketchup Heinz, uno al lado del otro, a más o menos cinco centímetros de distancia, todos en una línea de frente. Es decir, no se acumulan ocupando todo el espacio de la góndola, sino que ocupan el espacio a lo ancho. Así los cinco pisos de la góndola.
¿De qué hablamos cuando hablamos de desabastecimiento en #venezuela? De esto: vean este video que hice en un supermercado del Estado, en #Caracas— Joaquín Sánchez Mariño (@Joaquinsmarino) March 1, 2019
//Lo subo hoy porque me recomendaron no hacerlo mientras estuviera en Venezuela// pic.twitter.com/BS17fWD4hz
Fuente: Lapatilla.com
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