Ellos la viven todos los días, pues sufrieron cosas impensables. Muchos fueron rescatados del lodo, debajo de las rocas, de las ramas de los árboles, sin ropa, golpeados, desterrados de sus hogares y sin familia.
En Vargas, y con más ahínco hacia el este del estado, el grito: “Corre que viene el río”, se mantiene vivo, hasta con una simple llovizna.
Aquel 15 de diciembre de 1999, cuando también se celebraba el referendo constituyente, las quebradas y los ríos se dieron con furia debido a las intensas lluvias que caían en la región. 20 años después de la tragedia, convertida en deslave, los surcos de agua son una amenaza. La gente entra en zozobra con las lloviznas: sabe muy bien que el agua —el mar— da la vida y también la quita.
Manuel Guaracán, quien era el jefe civil de La Guaira para ese momento, dijo que los muertos y desaparecidos pudieron haber sido más.
Desde octubre de ese año venían alertando. “Pero nos estábamos preparando era para los derrumbes y deslizamientos. No para inundaciones masivas. Aun así, creo que el trabajo que se hizo en las comunidades alertó a muchos. Por eso salieron a tiempo. Otros pensaban que lo más seguro era quedarse en las casas”.
Indudablemente el hogar es el refugio más seguro. Pero ese diciembre no fue así.
En el Litoral Central, 20 años atrás, se recordaba igual el fenómeno meteorológico que ocurrió del 15 al 17 de febrero de 1951, cuando el río Naiguatá cambió de cauce y arrasó consigo numerosas casas.
También otros ríos como el Osorio y el Caracas crecieron por las precipitaciones afectando, el primero de ellos, a casi toda La Guaira.
Esas lluvias se calcularon en cerca de 530 mm de agua en tan solo 60 horas. El evento quedó bastante bien documentado en los periódicos de la época.
Así que para el 99 no era cuento de camino lo que podía hacer un río desbordado. El detalle fue que se pasó el estándar: no fueron 60 horas de lluvias, sino más de 15 días continuos desde finales de noviembre.
El ingeniero Carlos Genatios, y quien fue autoridad única de Vargas en 2000, cita en el informe que presentó en 2010 titulado «Vargas: desastre, proyecto y realidad», que las precipitaciones anuales promedio en Vargas son de 510 mm y que en 1999 se multiplicaron casi por cuatro, alcanzando 1910 mm en solo tres días.
“Eso trajo como consecuencia que los riachuelos se transformaran en grandes ríos con pendientes mayores a 30º que generaron erosión, desprendimiento de capa vegetal, arrastre de sedimentos y flujos de lodo de alta densidad que desplazaron rocas de gran magnitud, que luego muchas tuvieron que ser dinamitadas para poder abrir las carreteras, pues pensaban entre 10 y 20 toneladas”, dijo.
Fuente: Lapatilla.com
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