No obstante, su dinámica ha cambiado en las últimas semanas debido a la llegada de la pandemia del coronavirus a ese país, por lo que debe protegerse el doble y teme a infectarse de la enfermedad después de observar la muerte de tan cerca.
Luego de que obtuviera su estatus legal en ese país, logró encontrar una oportunidad de trabajo como enterrador. “Era un poco más de dinero, más estabilidad, en una empresa que agrupa a varios cementerios y así fue como empecé”, explicó.
Lleva 7 meses laborando en ese lugar, sin embargo, en las últimas semanas ha presenciado cómo las causas de muerte son prácticamente las mismas: afecciones respiratorias. La cifra de servicios también ha incrementado y pasaron de 4 a casi 10 cada día.
En declaraciones ofrecidas durante una entrevista a El Pitazo, Tonino detalló las diversas actividades que hace en el cementerio: prepara los toldos en el camposanto, excava, exhuma o sepulta.
Recién llegado a Chile, se dedicó a vender fibras ópticas de Movistar y cuando todavía estaba en Venezuela trabajaba en el equipo de protocolo y redes sociales de una institución.
Este licenciado en Publicidad y Mercadeo dejó en Venezuela a sus tres hijos de 12, 11 y 4 años de edad, y a su madre de 75 años de edad, quien sufre de hipertensión.
Tonito inicia su día leyendo cuáles son los servicios que le corresponden durante su jornada de trabajo; repasa las causas de muerte y cuando observa que alguno de las personas falleció por coronavirus, piensa en no exponerse.
El migrante le contó al medio de comunicación cómo es el protocolo de seguridad que cumple para tratar de evitar contagiarse del virus mientras trabaja: usa doble tapaboca, una de ellas es especial de cobre y bambú que a la vez es antibacterial), un traje blanco completo, dobles guantes desechables, lentes de seguridad y tapabotas, “como los que usan los médicos allá en Venezuela”.
“Siento miedo. Claro que siento miedo. Pienso en que no quiero contagiarme. En mi familia. En lo que está pasando en el mundo en general”, confesó.
Además, indicó que los cadáveres de los fallecidos por COVID-19 se encuentran en “bolsas herméticas y así los ponen en la urna. Las urnas llegan selladas y no se pueden ver. Las carrozas se acercan lo más posible a las fosas; generalmente hay entre tres o cuatro familiares, que se quedan a la distancia”.
Al finalizar su jornada, se cambia y se va a su hogar a realizar otro proceso de desinfección: mete en una bolsa la ropa que lleva de la calle para después lavarla; asea con agua caliente la mascarilla especial (la de cobre y bambú); se lava las manos y duerme para, al día siguiente, volver a las labores en el cementerio.
“Mi mamá me dice: ‘Todo el tiempo rezo por ti’. Igualmente lo hace mi hija mayor, la de 12 años”, señaló sobre lo que opina su familia en Venezuela sobre el trabajo que hace en estos momentos tan complicados para la humanidad.
Fuente: Maduradas.com
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