Con su lema «cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres» (que ya, por cierto, pronuncia menos), Guaidó pasó, en veinticuatro horas, de político a líder y se convirtió en una suerte de rock star al que miles siguieron y con el que todos se querían fotografiar.
Como es natural, el tiempo ha hecho su trabajo. Y en una crisis política, económica y social como la venezolana la paciencia es finita, la esperanza pone límites y la confianza se desgasta. De allí que a Guaidó también le sobren críticos, especialmente de la especie de los que tienen la receta para todo, que son los más feroces. Le han renunciado colaboradores a ese ministerio sin cartera que es el gobierno interino, y lo han traicionado quienes han preferido su propio bienestar inmediato y hasta se vanaglorian de haberse dejado tentar por el régimen.
Una de las críticas más generalizadas ha sido que el trabajo de movilizar a los venezolanos ha sido secundario. Aunque hubo marchas multitudinarias, se quedaron en la foto y la gente volvió a casa como quien salió a ejercitar las piernas. Y que se ha dado prioridad a la gestión internacional, desconociendo que la diplomacia es cauta y lenta, más frente a un problema de los venezolanos que no se resuelve sino por ellos mismos.
Pero, punto a favor. Hoy, cuando la ciudadanía se encuentra desmotivada, desmovilizada y confinada por una pandemia que se suma a sus penurias, Guaidó sigue siendo reconocido como presidente interino por más de 60 países. De ese trabajo de lobby internacional se ha logrado que funcionarios del régimen sean sancionados. Esta misma semana la decisión del TSJ del régimen de nombrar un Consejo Nacional Electoral a medida y de inhabilitar a partidos políticos ha recibido el repudio mundial, incluido el del Consejo de la Organización de Estados Americanos por votación abrumadora, de la Unión Europea, del Reino Unido y de la alta comisionada Michelle Bachellet, siempre cauta en estos asuntos. Asimismo, un juez británico decidió a favor del gobierno interino como administrador del oro venezolano depositado en el Banco de Inglaterra, mientras que el régimen se desdice en la expulsión de la embajadora de la UE, sus funcionarios siguen siendo objeto de sanciones y personas tan cercanas como el colombiano Alex Saab enfrentan un proceso de extradición a los Estados Unidos en la lejana Cabo Verde.
De estos temas Juan Guaidó conversó con El Nacional. Reconoce que «el que espera desespera». También admite que han sido muchas las dificultades para comunicar en un país donde la prensa libre también está confinada. Pero se muestra convencido de que hoy Nicolás Maduro está mucho más débil de lo que ya estaba en 2018. Y afirma que siempre ha habido un plan.
-Ya tenemos fecha para elecciones legislativas. 6 de diciembre. El régimen va con todo. ¿Cuál es la estrategia? Los ciudadanos se preguntan qué hacer. Si participan o no. No hay capacidad de movilización como para pensar que la gente va a salir a protestar por considerar ilegítimo el proceso.
-El primer objetivo de la dictadura era tratar de recobrar legitimidad o quitársela a la Asamblea que yo presido y por la cual el mundo me dice presidente encargado. El otro objetivo era tratar de ganar tiempo para complicar el escenario electoral como sucedió en Argentina o en México. Pero no les ha servido. La dictadura sólo ha perdido tiempo. Lo viene haciendo desde el 20 de mayo de 2019, desde mi reconocimiento como presidente encargado. Ahora nadie reconoce ese intento burdo de nombrar un árbitro electoral a la medida de la dictadura. La dictadura quiere hacerle ver al mundo que ellos quieren ir a elecciones. El mundo no se come ese cuento. El Consejo de la OEA en pleno, 21 a 0, rechaza al árbitro. La Unión Europea no sólo lo rechaza, sino que dicta más sanciones. Así que, una semana después de que la dictadura intentó su imposición, ninguno de sus objetivos se ha cumplido. El dictador mintió a su entorno haciéndole creer que podía ganar algún tipo de legitimidad o tiempo. Ahora, no es suficiente para nosotros decir “no participamos en una farsa”; no es suficiente para Venezuela dada la crisis, la emergencia humanitaria y de eso depende nuestra estrategia. No es que sea distinta, hay que instrumentarla de manera más audaz. La capacidad de movilización está mermada producto de una pandemia y también para la transmisión de mensajes. Eso nos pone en un contexto complejo. Y también hay desgaste en la gente, en la dirigencia, en la comunidad internacional por la pandemia. El pasado martes todas las fuerzas políticas aprobamos en el parlamento nacional cuáles son las condiciones para participar en elecciones. La bandera de elegir es una bandera de la democracia. Han sido muchas las luchas libradas porque votaran todos los ciudadanos y hay diez condiciones que deben cumplirse para poder participar. Lo describimos en tres áreas. Elecciones libres, elecciones justas y elecciones verificables. Hay un falso dilema en la opinión pública entre si la cosa es mediación, negociación y elecciones, o si es quiebre o por la fuerza. Nuestra estrategia abarca cada una de estas áreas, la posibilidad de una transición con el respaldo, incluso, de algunos cercanos a la dictadura, como el caso de militares. Lo vimos el 30 de abril, lo vimos en Cotiza, lo hemos visto en la calle. ¿Ha sido insuficiente? No. El tema es mediación, negociación y condiciones electorales. Hemos ofrecido un gobierno de emergencia nacional con garantías para todos loss ectores. De allí lo que se hizo en Noruega, el Plan País y el acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud, de carácter humanitario. Estados Unidos está dispuesto a levantar sanciones siempre y cuando se cumpla con un mínimo de confianza en que habrá una transición. Hay acciones propias y otras son prestadas, unas las hemos construido para que nos ayuden a liberar a Venezuela. Ahí está la DEA con el operativo antinarcóticos más grande de la historia del Caribe mientras Maduro es señalado por narcotráfico y se ofrece una recompensa por él. Nosotros no podemos entramparnos en que es un camino u otro. Tenemos que apelar a las mejores herramientas que tenemos a disposición. No podemos planificar con base en cosas que no dependen de nosotros. De nosotros ha dependido buscar los reconocimientos, reunirnos con los presidentes del mundo, la vinculación directa para aprehender a los testaferros, a los violadores de derechos humanos, a los corruptos para que no se queden con el dinero de Venezuela. Por otro lado, está la movilización interna, la unidad. Sabemos también que a nivel comunicacional hay que hacer mucho más para lograr los objetivos que tiene cada etapa. Lo que hemos dicho es que no vamos a participar en ninguna farsa, sino que vamos a luchar por esas condiciones.
-Es incontrastable que un llamado a elecciones sería constitucional. A la Asamblea Nacional se le vence su período. Por supuesto que el objetivo de legitimar a una nueva Asamblea a pesar de la forma como se está llegando a ella es la estrategia del madurismo para legitimar a una Asamblea que le sea afín. A eso se ha unido la compra de conciencias, la extorsión, las renuncias. En la oposición hay una cantidad de ruidos que además se complementan con que parece no haber una verdadera unidad. ¿Cómo, con esa oposición, podemos enfrentar esta legitimación de una nueva AN?
-Si el objetivo de la dictadura era tratar de tener una Asamblea a su medida ya lo intentaron en 2017 y no les resultó.
Fuente: Alba Sánchez / elnacional.com
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